domingo, 5 de septiembre de 2010

Sábado y domingo

El domingo está sentado en la vereda de una plaza esperando. El sábado lo observa con detenimiento desde la esquina sin que el domingo lo perciba. Suenan las campanas del reloj de la plaza y marcan las siete, siete de la tarde.
El atardecer comienza a caer y el cielo se tiñe de naranjas y rosas. Un borracho se acuesta en el banco de la plaza, una señora de saco gris le da de comer a las palomas, otro señor pasa vendiendo churros, un chico pide monedas y una abuela trata de hacerle entender a su nieto que no tiene plata para llevarlo a la calesita.
El domingo sigue sentado en la vereda de la plaza y ahora tararea la melodía de una canción mientras el sábado desde la otra esquina intenta descrifar lo que canta, la distancia se lo impide. El sábado se acerca un poquito más al domingo, camina veinte pasos hacia adelante, cuenta las baldosas una por una.
El domingo se da cuenta que el sábado lo viene observando desde hace rato, levanta la cabeza y mira al cielo. Comienza a ponerse incómodo. Se agacha, se ata los cordones de los zapatos y comienza a caminar minuciosamente en sentido contario de donde está el sábado. El sábado vuelve a retroceder veinte pasos, se ubica en el mismo lugar que estaba y se sienta a mirar como se aleja el domingo.

5 comentarios:

marìa lluvia dijo...

nati què bonito!

Natalia Cabral dijo...

Me alegro que te guste.

todojunto dijo...

yo lo leía y caminaba por la calle sarmiento, llegando a mitre.
al borracho ya lo conocía.
a la abuela y a su nieto también.
lindo saberte escribiendo, lindo.

azulada dijo...

yo caminaba por avenida roca, llegando a mitre tambièn. en esa esquina inmensa.

quièn iba a decirnos, che, de blog las tantas cuatro...

Natalia Cabral dijo...

Qué bueno, estamos todas. ¿Preparo unos matecitos?